INDICE DE PRECIOS AL CONSUMIDOR (IPC) Y LA INFLACION.
El IPC-GBA mide la evolución de los precios de los bienes y servicios representativos del gasto de consumo de los hogares residentes en el Gran Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y partidos del Gran Buenos Aires) respecto a los precios vigentes en el año base.
El IPC no es un índice del costo de la vida (ICV), aunque con frecuencia se lo utilice como tal. Un índice del costo de la vida es un concepto teórico que busca reflejar los cambios en el monto de gastos que un consumidor promedio destina para mantener constante su nivel de satisfacción, utilidad o nivel de vida, aceptando –entre otras cosas– que pueda intercambiar permanentemente su consumo entre bienes y servicios que le brindan la misma satisfacción por unidad de gasto.
El IPC no incluye los pagos de intereses y amortizaciones de préstamos, impuestos, ni considera el valor locativo imputable por el uso de la vivienda propia, por lo tanto dentro de este índice no están incluidos todos los conceptos que hacen al mantenimiento del nivel de vida del individuo. Los cambios en el ICV no tienen una relación unívoca con los cambios en los precios. Esto se debe a que ante un cambio en los precios relativos de los bienes o servicios, el consumidor puede modificar sus compras de dos maneras. Por un lado, puede trasladarlas hacia los productos cuyo precio relativo bajó y reducir así su costo de vida. Por otra parte, aunque no cambien los precios relativos, el consumidor puede reducir el costo de algunas de sus compras sin modificar las cantidades ni las características de los productos o servicios, si logra acceder a comercios o artículos «más económicos» que le brinden igual satisfacción, pero ello no implica que hayan cambiado los precios de la economía. En un índice de costo de vida las ponderaciones de los bienes y servicios pueden ser –en teoría– permanentemente cambiantes ya que reflejan las preferencias actuales de los consumidores. Estas características teóricas del ICV plantean enormes dificultades prácticas de cálculo y es por esto que no se computa.
El IPC no incluye los pagos de intereses y amortizaciones de préstamos, impuestos, ni considera el valor locativo imputable por el uso de la vivienda propia, por lo tanto dentro de este índice no están incluidos todos los conceptos que hacen al mantenimiento del nivel de vida del individuo. Los cambios en el ICV no tienen una relación unívoca con los cambios en los precios. Esto se debe a que ante un cambio en los precios relativos de los bienes o servicios, el consumidor puede modificar sus compras de dos maneras. Por un lado, puede trasladarlas hacia los productos cuyo precio relativo bajó y reducir así su costo de vida. Por otra parte, aunque no cambien los precios relativos, el consumidor puede reducir el costo de algunas de sus compras sin modificar las cantidades ni las características de los productos o servicios, si logra acceder a comercios o artículos «más económicos» que le brinden igual satisfacción, pero ello no implica que hayan cambiado los precios de la economía. En un índice de costo de vida las ponderaciones de los bienes y servicios pueden ser –en teoría– permanentemente cambiantes ya que reflejan las preferencias actuales de los consumidores. Estas características teóricas del ICV plantean enormes dificultades prácticas de cálculo y es por esto que no se computa.
LA INFLACION:
El concepto de inflación hace referencia tanto a las variaciones en los precios de los bienes y servicios de consumo de los hogares, como a la evolución de los precios de los bienes y servicios exportados, de los utilizados como consumo intermedio de las industrias y de los destinados a la acumulación como inversión bruta fija o variación de existencias. Al tomar el IPC como indicador de inflación, se debe tener en cuenta que éste sólo capta las variaciones en los precios de los bienes y servicios de una canasta de consumo determinada, por tal motivo nos brinda solamente una aproximación a la inflación. Además, la evolución de los precios que pagan los consumidores no siempre tiene una correspondencia con la de los precios que reciben los productores, dado que las variaciones en los impuestos y subsidios sobre los productos modifican las proporciones en las que el Estado y los hogares se hacen cargo de los pagos por esos bienes y servicios.
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